En la misma ubicación lograba ver dos horizontes:
Uno lo recordaba y estaba a mis espaldas. Y el otro adelante mío, que lejano y hermoso me enceguecía, me hacia olvidar mis latidos y mi carpe diem. Pero paradójicamente esa distante ilusión me hacia sentir la sangre entre mis venas, era el bombeo actual de mi motor, que entusiasmado ansiaba un propósito, un motivo de vida cuando mis pulmones respiraban remembranzas.
Era ahí cuando se fusionaban mi pasado, mi presente y mi futuro. Porque en el hoy es hoy, son un líquido compuesto y no tres sólidos encasillados.
Mientras que en el estado sistemático, el ayer produce el hoy para el mañana. Tres sólidos amenazados entre sí que forman al ser humano rutinario.
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